jueves, 21 de abril de 2005

escuchando a las estrellas

En una cálida y fresca noche de Julio, tumbada boca arriba en la suave hierba y con la luna llena brillando sobre su cabeza, contemplaba cientos de miles de estrellas de infinitos colores. Rojas, celestes, ámbar, turquesas... tintineaban silenciosas en la pacífica noche. Sólo el canto olvidado de un pequeño grillo y el ruido de la suave brisa de verano en los árboles se dejaban oír de cuando en cuando. El sonido de los abedules al jugar con el viento le hacía sonreír, siempre le recordaba a las olas del mar. Ella nunca había visto el mar, pero sin embargo lo había soñado muchas veces. Y los sueños nunca mienten.

Sonrió y miró a lo alto. Fijó su mirada en el infinito, en la estrella más lejana que podía ver, para después abrir su mirada como si fuese un cohete de fuegos artificiales que al estallar lanza su luz en todas direcciones. Así, abarcando todos aquellos minúsculos puntos de luz al mismo tiempo, era mucho más fácil cazar estrellas fugaces. ¡Una estrella, un deseo!.

¿Minúsculos puntos de luz?, pensó. En realidad sabía lo que era una estrella, lo había aprendido en la escuela, y sabía que no eran tan minúsculas como parecen. De hecho sabía que en cada minúsculo punto de luz cabían cientos de planetas como en el que ella vivía. Y también sabía que estaban inmensamente lejos, mucho más de lo que nos podemos imaginar.

Se me ha olvidado decir que le encantaba escuchar a las estrellas. Era su gran pasión, desde la noche en que las escuchó por primera vez, cuando era aún más pequeña. ¿Que de qué hablan las estrellas? Bueno, ellas no usan un lenguaje como el que usamos nosotros. Ni siquiera necesitan hablar de algo en concreto para comunicarse, como hacemos nosotros. En realidad ni siquiera hablan. Sólo ríen. Ríen y ríen. A veces muy suavemente, casi sin hacer ruido, a veces entre dientes y a veces a carcajada limpia. Pero esto último sólo pasa cuando tienen alguna tormenta, lo cual les hace unas cosquillas terribles. Verlas reírse es muy fácil, sólo hay que fijarse en cómo tintinean. Escucharlas requiere un poco más de paciencia. Ella sabía cómo. Decía que el truco estaba en cerrar los ojos...

Pero esa noche supo algo más: pensó que, como las risas llegaban desde sitios inmensamente lejanos y esa distancia lleva mucho tiempo recorrerla, eran también risas que rompieron hace una cantidad inmensa de años para llegar a ella mucho tiempo después. ¡Estaba escuchando el pasado!. Y no sólo un pasado, porque cada estrella le hablaba desde un sitio distinto. Estaba escuchando tantos pasados como estrellas había en el cielo. Y todos al mismo tiempo.

Cerró los ojos. La suave brisa le refrescó la cara, enrojecida por la impresión al comprender lo diminuta y vulnerable que era ella en la inmensidad del universo, y a su vez lo poderosa que era al tener la magia de escuchar el pasado.

De pronto empezó a sentir como si la hierba y la tierra sobre la que yacía estuviese alejándose de su cuerpo. ¿O era su propio cuerpo el que estaba alejándose? Se estremeció. Sintió la tentación de abrir los ojos para ver qué estaba pasando, pero su instinto se lo impidió. Algo extraordinario le estaba ocurriendo. Sintió la tentación de gritar y escapar de lo que empezaba a parecer una trampa, pero su valentía y su innata curiosidad se lo impidieron.

Pronto perdió el miedo. Las cálidas risas de las estrellas y la brisa que la envolvía la tranquilizaban. Hacía tiempo que dejó de sentir la hierba en su espalda, y no era capaz de imaginarse dónde estaba. Pero no le preocupaba mucho, porque mientras tuviese los ojos cerrados podría seguir escuchando a las estrellas. De repente descubrió que así también podía verlas, pero de una forma muy diferente a como se ven las cosas con nuestros ojos. Y, en ese mismo instante, intuyó que ya nunca más podría abrir los ojos de nuevo.

Sonrió.


En el winamp: qvark - Toys
En la mesa de noche: un vasito de agua :p

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola! me alegro de que a ti también te guste el olor a césped recién cortado...tú relato me ha gustado mucho y el final me ha dejado sin habla.
Un saludo!

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho el relato, otro estilo al que nos tenías acostumbrado.
Me encanta ver las estrellas. Donde vivo (un pueblo pequeño) es muy fácil ver las estrellas, pues sólo hay que andar unos cuantos minutos para adentrarte en la noche; en la noche oscura sin que ninguna luz entorpezca su visión. Me traen muy buenos recuerdos las noches de verano viendo las estrellas. (Que lleguen ya, que lleguen yaaa!)

Anónimo dijo...

La próxima vez que me pare a mirar las estrellas intentaré escuchar las estrellas.
Es emocionante ver las estrellas sobre el césped pero tanto mejor es hacerlo en una playa solitaria. Se lo recomiendo a la protagonista de tu historia.

Anónimo dijo...

Bonita historia.
Respondiendo a tu pregunta:
El ASA/DIN o ISO es lo mismo, el grado de sensibilidad estandarizado de una pelicula. A mas bajo el numero, menos tamaño de grano y mas cantidad de grises, pero tambien te exige mas luz a la hora de sacar fotos. A mas alto el numero, mas contraste, mucha menos luz necesitaras para hacer la foto pero un grano muy gordo. Algo medio... el 400ASA. Es el mas usado.