Sonrió y miró a lo alto. Fijó su mirada en el infinito, en la estrella más lejana que podía ver, para después abrir su mirada como si fuese un cohete de fuegos artificiales que al estallar lanza su luz en todas direcciones. Así, abarcando todos aquellos minúsculos puntos de luz al mismo tiempo, era mucho más fácil cazar estrellas fugaces. ¡Una estrella, un deseo!.
¿Minúsculos puntos de luz?, pensó. En realidad sabía lo que era una estrella, lo había aprendido en la escuela, y sabía que no eran tan minúsculas como parecen. De hecho sabía que en cada minúsculo punto de luz cabían cientos de planetas como en el que ella vivía. Y también sabía que estaban inmensamente lejos, mucho más de lo que nos podemos imaginar.

Pero esa noche supo algo más: pensó que, como las risas llegaban desde sitios inmensamente lejanos y esa distancia lleva mucho tiempo recorrerla, eran también risas que rompieron hace una cantidad inmensa de años para llegar a ella mucho tiempo después. ¡Estaba escuchando el pasado!. Y no sólo un pasado, porque cada estrella le hablaba desde un sitio distinto. Estaba escuchando tantos pasados como estrellas había en el cielo. Y todos al mismo tiempo.
Cerró los ojos. La suave brisa le refrescó la cara, enrojecida por la impresión al comprender lo diminuta y vulnerable que era ella en la inmensidad del universo, y a su vez lo poderosa que era al tener la magia de escuchar el pasado.
De pronto empezó a sentir como si la hierba y la tierra sobre la que yacía estuviese alejándose de su cuerpo. ¿O era su propio cuerpo el que estaba alejándose? Se estremeció. Sintió la tentación de abrir los ojos para ver qué estaba pasando, pero su instinto se lo impidió. Algo extraordinario le estaba ocurriendo. Sintió la tentación de gritar y escapar de lo que empezaba a parecer una trampa, pero su valentía y su innata curiosidad se lo impidieron.
Pronto perdió el miedo. Las cálidas risas de las estrellas y la brisa que la envolvía la tranquilizaban. Hacía tiempo que dejó de sentir la hierba en su espalda, y no era capaz de imaginarse dónde estaba. Pero no le preocupaba mucho, porque mientras tuviese los ojos cerrados podría seguir escuchando a las estrellas. De repente descubrió que así también podía verlas, pero de una forma muy diferente a como se ven las cosas con nuestros ojos. Y, en ese mismo instante, intuyó que ya nunca más podría abrir los ojos de nuevo.
Sonrió.
En el winamp: qvark - Toys
En la mesa de noche: un vasito de agua :p
4 comentarios:
Hola! me alegro de que a ti también te guste el olor a césped recién cortado...tú relato me ha gustado mucho y el final me ha dejado sin habla.
Un saludo!
Me ha gustado mucho el relato, otro estilo al que nos tenías acostumbrado.
Me encanta ver las estrellas. Donde vivo (un pueblo pequeño) es muy fácil ver las estrellas, pues sólo hay que andar unos cuantos minutos para adentrarte en la noche; en la noche oscura sin que ninguna luz entorpezca su visión. Me traen muy buenos recuerdos las noches de verano viendo las estrellas. (Que lleguen ya, que lleguen yaaa!)
La próxima vez que me pare a mirar las estrellas intentaré escuchar las estrellas.
Es emocionante ver las estrellas sobre el césped pero tanto mejor es hacerlo en una playa solitaria. Se lo recomiendo a la protagonista de tu historia.
Bonita historia.
Respondiendo a tu pregunta:
El ASA/DIN o ISO es lo mismo, el grado de sensibilidad estandarizado de una pelicula. A mas bajo el numero, menos tamaño de grano y mas cantidad de grises, pero tambien te exige mas luz a la hora de sacar fotos. A mas alto el numero, mas contraste, mucha menos luz necesitaras para hacer la foto pero un grano muy gordo. Algo medio... el 400ASA. Es el mas usado.
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