martes, 18 de agosto de 2009

mi ropa y yo

14.30. Ya he salido a almorzar. Hoy como en casa con mi novia y mis amigos, pero por la tarde tengo que volver a la consejería a seguir trabajado.

16.30. Como se que no va a haber absolutamente nadie aparte de mi y de mis dos compañeros de trabajo de la empresa, decido ir más cómodo. Me pongo vaqueros, camisa ancha de lino por fuera y zapatillas de lona. Aparte de ir mas cómodo, me atrae la idea de rebelarme un poco contra lo que considero la tontería de tener que ir vestido con camisa o polito, metidos siempre por dentro del pantalón de pinza, zapatos de trabajo y disciplina en el pelo. En general acepto el tener que vestirme así, pero hoy no me da la gana. Tal vez subconscientemente lo interpreto como una manera de subyugarme al canon, a lo establecido, a la norma. La norma que nos hace a todos iguales, la norma que hace que no nos alarmemos si vemos algo distinto, que no nos asustemos ante algo que se sale de la propia norma.

Será que, como el vestir es algo tan personal y hay siete mil millones de personalidades en el mundo (aunque sea sólo en potencia y no en acto), antes de caer en el caos del todo vale (por ejemplo, ir vestido de esquimal, de amianto en llamas o desnudo), en beneficio del avance de la sociedad, el progreso y todo eso debemos acatar unas normas que eviten que surgan miedos entre nosotros que pudieran bloquear ese avance. Llevado eso al extremo, hoy debo llevar el polito por dentro del pantalón de pinza, porque se ve que unos vaqueros y unas zapatillas de lona se salen de la norma y alguien podría sentirse molesto.

Mis amigos me ven con las zapatillas y sugieren que me cambie de ropa, por mi bien. Mis amigos me aprecian y no les gustaría que me echasen una posible bronca en la oficina si alguien se entera y se chiva. Ni voy hoy a la oficina ni me va a ver nadie más que mis dos compañeros y la limpiadora. El cliente de mi empresa no se va a llevar de la misma una impresión 'negativa' (entendiendo 'negativo' como sinónimo a 'salirse de la norma') ya que el cliente está de vacaciones o, como mucho, disfrutando de su merecida jornada intensiva. El caso es que mis amigos me sugieren que me cambie de ropa y siga la norma de mi empresa, por mi bien. Me resisto un poco. Que no va a haber nadie, que qué puede pasarme, que si me pasa algo seré consecuente, que no hace daño a nadie, etc. Pero como quiero a mis amigos, al final decido que después de todo no merece la pena arriesgarse a pasar por el trago de una lucha con la empresa por una tontería así. Quien paga manda, y si estoy aquí, debo aceptar las normas. Es como un club. Si no me gusta, me voy. Si me gusta, lo acepto y me quedo. Puedo sugerir un cambio en las normas y se me escuchará, pero no puedo saltármelas. En realidad es de sentido común, venga va.

17.00. Una vez en la consejería estoy aún más solo de lo que creía, porque entre una cosa y otra llegué cuando mis compañeros ya se iban. Así que en toda la tarde he saludado sólo a la limpiadora. Una vez.

Pero el poder estar solo me ha ayudado a reflexionar...

Lo que me aprisiona no es la ropa que me obliguen a llevar. La misma ropa para otra persona puede no suponer ningún sufrimiento, luego la ropa en sí no es el problema. El problema, lo que me hace sentir mal, es la norma de llevar esa ropa.

Pero la norma de llevar esa ropa parece que tampoco es el problema. La norma existía antes de que yo llegara a la empresa, y seguirá el día en que yo me vaya. Los clubes y las empresas se rigen por normas, que definen su carácter como organización. En una empresa o club, la norma es necesaria y hasta positiva. No es la norma en realidad la que me aprisiona, sino lo que supone para mí acatar esa norma. La forma en que choca con mi forma de ser es lo que me produce frustración.

Lo que supone para mí acatar esa norma. El sentimiento que produce en mí el hecho de acatar esa norma. En realidad responde directamente a una parte de mi personalidad que me define como alguien que, si pudiese elegir, dictaría sus propias normas basándose en unos principios que considera coherentes y positivos, antes que subyugarse a normas externas con fundamentos que considera cuestionables si lo que queremos es mejorar este mundo. Lo que se suele denominar un tipo corriente.

Pero esa parte de mi personalidad lo es en este momento de mi vida. No lo era hace, digamos, diez años. Y probablemente no será igual dentro de otros diez años. Continuamente voy cambiando mi forma de ser, adaptándome al terreno y aprendiendo de los errores y los logros. Añadiendo experiencia al equipaje. El caso es que la personalidad también va cambiando, así que tal vez no tenga mucho sentido sufrir hoy por una parte de mi que antes no era mía y que probablemente volverá a cambiar dentro de algún tiempo. Después de todo, mi personalidad no es mía, sino que cada trozo de ella pertenece a algo o alguien con quien me crucé en algún momento. Mi personalidad es como un mosaico de trozos de personalidades de todas las experiencias pasadas.

Sin emabrgo, nací Dani, crecí siendo Dani y ahora mismo sigo siendo Dani. Y si llego a viejo seguiré siendo Dani. Durante todo el tiempo Dani ha ido cambiando, pero siempre hay algo ahí que sigue siendo Dani. No sé que es. No se exactamente quien soy, pero al menos ya se lo que no soy.

No soy la ropa que llevo, las normas que acato o la personalidad que he tenido y tengo.
Pero tampoco soy la ropa que me gusta, las normas que me dicto o la personalidad que tendré en el futuro.

Si estoy a gusto vistiendo con esta ropa, en realidad no soy YO el que está a gusto, sino la parte de MI personalidad que se siente a gusto si visto con esta ropa, bien porque los demás me aceptarán, o bien por todo lo contrario (mi personalidad puede ser antisocial, por qué no). En cualquier caso no seré YO, sino MI personalidad, la que se frustre o deje de frustrarse. YO no puedo frustrarme. Nunca.

Cuando llego a esa conclusión, de repente llevar tal o cual ropa... deja de suponer un problema. No es que ya no tenga sentido. Sigue teniendo sentido. Hasta sigue siendo importante. Pero ya no supone ningún problema. Porque yo soy algo distinto a todo eso. Yo no tengo problemas.

El problema estaba en el MI, no en el YO. Joder.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Canción del día: Planet boelex - Outlet

La canción del día es Outlet, de Planet Boelex con la voz (al menos la voz) de Lisa's Antenna. A Planet Boelex lo conocí por una colaboración que hizo con Mosaik (Jakob Svanholm), uno de mis favoritos en ese género raro de música electrónica ambiental que te lleva a sitios iluminados con un poquito de luz amarilla y en los que quedarse mirando al infinito es todo un placer.



Disfrutad de los bajos de fondo ;)

jueves, 12 de marzo de 2009

Canción del día: O barquinho

Os traigo bossa nova para la canción del día, que ya empieza a hacer buen tiempo, calorcito por la tarde y ganas de siesta después de un baño playero...

Sed felices :)

domingo, 8 de marzo de 2009

aborto, responsabilidad

En respuesta a Patita de goma en el artículo en La Taberna de los Mares sobre el aborto

Hace algunos años, mi posición ante el aborto era la de no mojarme las manos, la de no opinar. Tal vez por falta de valor a posicionarme o por no haberlo reflexionado lo suficiente, pensaba que como a mí me había tocado nacer hombre, nunca sabría lo que es el embarazo y, por lo tanto, no tenía el mismo derecho a opinar sobre el aborto. Que fuesen las mujeres las que decidiesen. Pero algo me decía que eso era mirar hacia otro lado, que era quitarse un problema de encima.

Patita, creo que lo de las imágenes que comenta César, al menos, debería hacernos reflexionar. No podemos cerrar los ojos ante eso. Existe y es real. Desgraciadamente es tan real como las violaciones que comentas. Por eso, en mi opinión, el aborto no es cosa que incumba únicamente a la futura madre. De entrada también es cosa del futuro hijo, o del feto en desarrollo, o del no-nacido que nacerá si no se aborta, y que si se aborta se quedará en un no-nacido no nacido. También es cosa que incumbe al futuro padre, que aunque no le toca llevarlo dentro durante nueve meses, creo que tiene la misma responsabilidad que la madre. Eso es algo que muchos hombres todavía no entienden, lamentablemente. Y que muchas mujeres tampoco entienden.

No lo llames Dios si no quieres. Yo no lo hago. A la gente nos hablan de Dios y automáticamente vemos a Rouco de fondo diciéndonos lo que debemos y no debemos hacer. No va por ahí. Creo que hablo con algo de conocimiento de causa porque nací en una familia profundamente católica y, aunque no soy católico, lo vivo de cerca y en bastantes ocasiones lo discuto y hasta lo lucho de cerca. Lee entre líneas. Hay gente que lo llama Dios, otros lo llaman Alá, otros energía y otros karma, otros magia y otros le llaman simplemente vida. Ponle la etiqueta que quieras a eso que da sentido a tu vida sin que puedas explicarlo de forma racional. Llámalo instinto de perpetuación de la especie "porque sí". Yo personalmente prefiero no llamarlo. Prefiero sentirlo, experimentarlo y saber que nunca podré darle una explicación, ni tengo porqué dársela porque soy feliz sin atar ese cabo.

El caso de la violación es duro, y aquí salen a flote mis pensamientos de hace algunos años, cuando pensaba que por ser hombre no tengo derecho a opinar. Es duro... pero es así. Un ejemplo inventado, me perdonas si no es muy acertado: el conductor de veintiún años que, borracho como una cuba, estrella su coche contra un árbol y se mata. Destroza su vida y la de los suyos, a quienes les toca hacerse fuertes, formar piña y apoyarse mutuamente para superar el obstáculo que la vida les ha puesto. Paralelamente puedes buscar razones, culpables, etcétera. El alcohol, la mala suerte... lo que quieras. El resultado al fin y al cabo es la consecuencia de mil factores amontonados, algunos evitables, otros no. De nosotros depende hacernos cargo de los evitables, pero aún así no podemos asegurar que los no evitables nos lleven al desastre. Y el resultado es el que es. Y si no nos gusta el resultado, toca dar marcha atrás si se puede, y si no se puede, toca superarlo.

Un caramelo que se nos niega, un examen cateado, un amor no correspondido, un trabajo perdido, una madre que se nos va, otro amor perdido, un embarazo no planeado.
Pero también una caricia de nuestra madre, una tarde con amigos, una asignatura superada, un flechazo, tu primer sueldo, un viaje, un embarazo planeado...

Si aceptamos los buenos resultados de la vida también deberíamos encajar los malos resultados. Por supuesto, deberíamos hacer todo lo posible por evitar los malos resultados. Pero si para conseguir nuestros buenos resultados tenemos que machacar los buenos resultados de los demás, entonces estaremos entrando en un terreno que, aunque a primera vista pueda prometer, al final no nos llevará a nada bueno. Pues básicamente creo que un aborto supone machacar los buenos resultados que tendría en la vida el chavalín que está por nacer.

Patita, estoy contigo en que un dios no es lo que hace falta aquí en la tierra para resolver el problema. No lo resolvería para todos. Pero estoy convencido de que una ley como la que plantea la ministra Aído tampoco va a resolver el problema. Una ley así no es más que un parche, una manita de pintura en una pared descalichada durante años. Se caerá la pintura en poco tiempo y se verá de nuevo la pared descalichada. Pero en cambio, una ley como la que plantea la ministra Aído sí que es fácil de hacer, de sacar a la calle. Tendrá una apreciable aceptación. Es (relativamente) populista. Es requeteeuropea y beneficia al ciudadano... o al menos al único de los dos ciudadanos implicados en el asunto al que podemos preguntarle qué le parece el tema.

Creo que es irresponsable creer en las leyes según nuestra conveniencia o comodidad, y no según unos principios básicos. Lo de los principios no hace falta complicárselo mucho. Con el "no querer para los demás lo que no quiero para mí" sería suficiente, aunque esto llevaría invariablemente a plantearse dónde ubicar al "no nacido", si dentro o fuera del grupo de los "demás". Con esto podrías pensar que tacho de irresponsable al que le guste esta ley (está justificado pensar así), pero no es eso. Que cada uno reflexione y se plantee si le gusta esta ley por conveniencia o porque está acorde con sus principios básicos. Yo sólo tacho de irresponsable al primer grupo, mientras que estoy en desacuerdo con los principios básicos del segundo grupo (pero eso sería otra cuestión).

Educación y responsabilidad

La ministra Aído comenta acerca de las 24 semanas de plazo de Holanda y de que, oh sorpresa, aún así tienen una tasa bajísima de abortos. Y que nosotros, si no queremos reabrir debates que se cerraron hace 25 años, no deberíamos oponernos a equipararnos a nuestro flamante país vecino. De aquí leo entre líneas que aunque se ampliase el plazo no habría peligro de un aumento en la tasa de abortos. Bueno... la verdad es que ojalá nos pareciésemos a Holanda en muchas otras cosas además de en la ley del aborto, como por ejemplo en el sistema educativo que tienen, uno de los mejores del mundo. Ahí no puede España llevar precisamente la cabeza muy alta. Lo que digo es que, antes de preocuparse por mejorar leyes reparadoras de daños, debería preocuparse mas de que el nivel educativo de nuestros chavales fuera la mitad de bueno que el de nuestros amigos al norte de los Pirineos, para que así nos pudiésemos dar con un canto en los dientes. ¿Por qué? Bueno, igual me aventuro demasiado, pero tal vez sería interesante realizar un estudio acerca de la relación existente entre:

a) El sistema educativo español actual, demasiado permisivo, en el que no se premia el esfuerzo y la responsabilidad.
b) El modelo social actual, con unos cánones basados en el consumismo y el materialismo que no se ve por estar cubierto de una bonita laca de colores chillones fabricada a base de tecnologías cien por cien socializantes y que nos permiten estar siempre conectados con los demás (aunque a la hora de la verdad estamos más aislados que nunca. Falta de comunicación en la era de las comunicaciones)
c) El aumento de los embarazos no deseados.

El problema no es que cambie la ley del aborto, sino que la preocupación esté en mejorar leyes reparadoras en lugar de reforzar la base, la educación. Es como quien se preocupa de tapar una grieta en la pared con papel pintado, en lugar de sanear la pared entera y, si es necesario, construirla de nuevo con cimientos fuertes, aunque eso cueste mucho más esfuerzo y los que vean la pared no noten la diferencia. Pues es lo mismo.

No estoy hablando de educación sexual. Eso sería otra manita de pintura. Hablo de un cambio de valores. No creo que la cultura del consumismo y el abuso de lo material, la comodidad y el placer a toda costa esté ayudando mucho. Todos los abusos son perjudiciales, en cualquier sentido.

En respuesta a la pregunta de si "es dios el que le va a permitir a una niña seguir adelante con su vida", bueno, supongo que si la niña es católica, aunque te pueda parecer absurdo sí que podría ser Dios el que se lo permitiese. Si no, podrían ser sus seres queridos, o el resto de la sociedad. Tú o yo, por ejemplo. Nosotros podríamos ayudarle a seguir la vida que empezó cuando nació y que siguió cuando creció y que continuó la noche en que decidió bajo su responsabilidad acostarse con su chico. Lo lamentable del asunto es la ausencia de dicha responsabilidad, que debería haberla recibido de sus padres o de la sociedad, y no recibió. ¿Y por qué no la recibió? Tal vez porque hoy en día damos muchísima importancia a seguir adelante con NUESTRA vida, por encima de todo, ya que tenemos ese derecho. Tenemos ese y cientos, miles de derechos más. Y también cientos, miles de deberes, aunque no lo queramos ver. En este caso, el derecho de seguir adelante con nuestra vida conlleva el deber de seguir adelante con las vidas que nos rodean: Padres, hermanos, amigos, vecinos, colegas de trabajo, contribuyentes y sí, también hijos. Porque no estamos solos en la sociedad, y resulta que si esa niña tiene el derecho a seguir su vida es gracias a que otros (concretamente, TODOS los demás) tenemos el deber y la responsabilidad de hacer que ella pueda seguir con su vida. Si no lo hacemos, tal vez algún día ella se acueste con un chico sin conocer las consecuencias, porque nadie se tomó la responsabilidad de educarla.

miércoles, 4 de febrero de 2009

modelo animal, modelo humano

Junta de Andalucía. Consejería de Salud. El Decreto 364/2003 dice en el Capítulo III, artículo 6, punto 2, apartado e), que los proyectos de investigación que se realicen con preembriones humanos, para ser autorizados, deben justificar científicamente "la imposibilidad de desarrollar esa investigación en modelo animal y que la finalidad de la misma es mejorar la salud y la calidad de vida de las personas".

No voy a decir nada acerca del uso de preembriones humanos, porque hoy en día ya hay información y debate suficiente como para que cada uno pueda formarse una opinión personal. Lo que me ha movido a escribir es la segunda parte del extracto, en el que se determina que sólo se permite la investigación con preembriones si se demuestra que dicha investigación no puede realizarse con animales.

Nosotros somos animales. Animales humanos, pero animales. Venimos de la misma raíz, y la continuidad evolutiva nos muestra que, tanto física como fisiológicamente, compartimos muchísimas cosas en común. Eso es evidente. Sin embargo, los humanos hemos desarrollado una capacidad intelectual que nos permite ser conscientes de nuestra propia condición de ser vivo (Esto ya se sabía para los delfines y algunas especies de chimpancés, y en 2006 se demostró que los elefantes también comparten con nosotros esa capacidad). Eso nos diferencia de la mayoría de los animales. Y aunque en sí misma no una diferencia muy grande, esta cualidad unida a la inteligencia humana nos permite reflexionar acerca de nosotros mismos y nuestra situación en el entorno que nos rodea. Así, se retroalimenta, haciendo crecer nuestro ego y situándonos en un plano superior al resto del reino animal. Que nos creemos que es así, vaya.

"La imposibilidad de desarrollar investigaciones en modelo animal..." Leyes creadas para el beneficio de la especie humana, únicamente. ¿Con qué derecho podemos crear una ley que no sólo beneficia únicamente al ser humano, sino que perjudica al resto de seres vivos con los que compartimos el planeta?

Bueno, podemos pensar que creamos esas leyes con el derecho que nos da el ser más inteligentes que los animales. Pero sabemos que algo no encaja. Algo nos dice que eso no es justo. No investigaríamos con nuestro perro, nuestro gato o nuestro cobaya. Entonces, ¿por qué sí con animales anónimos? En los laboratorios, los animales con los que se investiga no tienen nombre: están identificados por un número, un código. ¿Por qué? ¿Es que tendríamos cargo de conciencia si tuviesen un nombre? ¿Nos sentiríamos mas cercanos a esa vida sobre la que vamos a realizar experimentos que sabemos que van a hacerle sufrir? Da que pensar.

Nuestra inteligencia es un regalo, y tenemos derecho a utilizarla. Pero como todo derecho, lleva un deber consigo, una responsabilidad. Intuímos que los animales sienten alegría, miedo, ira, tristeza... Solemos decir que actúan "como si" experimentasen esas emociones. Pero nuestra inteligencia, que nos sitúa en ese plano superior, nos invita a pensar que es una ilusión nuestra, que realmente es imposible que sientan lo mismo que nosotros. No es así. La misma continuidad evolutiva que hace que nos parezcamos tanto físicamente y fisiológicamente a los animales también ha hecho que nos parezcamos emocionalmente. Pero eso es más dificil de comprobar, porque no podemos preguntarle a un animal si está triste. Lo observamos, parece que está triste, se comporta de manera similar a como lo haríamos nosotros si estuviésemos tristes, pero aún así nos cuesta creer que esté triste. Realmente lo está. No hay razón para pensar lo contrario. Si tiene cabeza, manos y pies, un cerebro, costillas, un corazón... igual que yo... ¿por qué no iba a tener las mismas emociones que yo? La evolución también actúa ahí. Y aunque no se pueda demostrar que sienten emociones, la situación que se crea al considerar que las tienen es más beneficiosa que si consideramos que no.

Y si no lo aceptamos, entonces ¿qué opción hay? Podemos creer que, aun siendo animales, se nos ha otorgado (¿quien?) los dones de la inteligencia y de las emociones. No se qué será más difícil de demostrar...

Debe existir una solución a la experimentación animal. Si el ser humano ha llegado hasta aquí es por su propia capacidad de superar obstáculos. No debemos menospreciar una vida animal simplemente porque seamos incapaces de comprenderla. Se debe hacer un esfuerzo por encontrar técnicas de investigación no invasivas, que no deterioren el bienestar de los animales no-humanos ni atenten contra su vida. Yo creo que es posible. Lo único que hace falta para cambiar el rumbo es tomar conciencia de que los animales, aun sin tener la inteligencia humana, comparten con nosotros la capacidad de sentir dolor, alegría, tristeza o miedo.

Un ejemplo real de cómo el tomar conciencia de algo puede suponer un cambio de rumbo hacia la superación de un obstáculo que en principio se cree imposible. Shinya Yamanaka es uno de los científicos que ha sentado las bases para la reprogramación celular, que se utilizará para crear tejidos humanos de cualquier tipo a partir de células adultas, y no de células madre extraídas de embriones humanos. Lo que hizo que se interesase por la reprogramación fue que, en cierta ocasión, vio por primera vez un embrión humano al microscopio. Le impresionó darse cuenta de la pequeña diferencia que existía entre ese embrión y sus hijas pequeñas, lo cual le hizo tomar conciencia de lo grave que era la investigación con embriones, y que debía hacerse algo para dejar de investigar así. Supongo que él y su grupo de investigadores seguirá experimentando con animales, pero seguro que en un futuro próximo habra otro cambio de rumbo a mejor.