martes, 27 de noviembre de 2007

tiempo e intensidad

19 de enero de 2007. 19:00. Aeropuerto de Granada. Tomándome (cómo no) un cafelito pausado.
Enfrente mía, un viejo hojea un ejemplar del Daily Mail en el que se lee “So winter’s here, then!”. Hace una media hora escuché en la radio del coche que en centroeuropa han muerto treintaytantas personas debido al huracán “Cirilo”. Un huracán en Europa. Surreal.

Tras los ventanales, con el cielo nocturno tejiendo un tapiz azul oscuro (casi negro), descansa un avión de Scandinavian Airlines sacado de las tinieblas por las infinitas tonalidades de luz blanca que los reflectores y focos de la pista proyectan sobre él. Y algunas luces dispersas de colores rojo, verde, blanco... Y operarios con chaleco naranja fluorescente dando de beber a la nave.

Y dentro, un murmullo suave y monótono en la cafetería. Un mosaico de lenguas que se entremezclan como los colores de un cóctel de naranja y granadina o lima, dando como resultado un color único, indefinible e inclasificable.

Es un mundo distinto. Un aeropuerto es un espacio que no pertenece al mundo. Sus habitantes, los del aeropuerto digo, lo son porque forman una pequeña comunidad con muchos puntos en común. Aunque comparten un mismo espacio, sus mentes y corazones están en otro sitio. Ese sitio tal vez sea su punto de partida, en el pasado, o su destino, en el futuro. Y en medio está la línea que separa ambos sitios: el presente. Esta línea es mucho más intensa en los aeropuertos. Se hace más evidente, más palpable, más viva.

Suelo tener un concepto de tiempo muy ligado al concepto de espacio, o más bien de sitio. No estoy hablando de física. Es pura percepción subconsciente. El tiempo transcurre mientras permanecemos en un sitio concreto, y si ese sitio en el que estamos cambia a un ritmo natural, por lógica deberá naturalmente transcurrir un tiempo más o menos proporcional a la distancia entre el punto de partida y el destino. Los aeropuertos son sitios en los que la gente pasa de estar en un sitio inicial a estar en otro completamente distinto y muy lejano al primero… en muy poco tiempo. Jerez-Madrid. Amsterdam-Moscú. París-Casablanca. Málaga-Oslo. Ese ilusorio desajuste en la relación natural espacio-tiempo (mucho espacio, poco tiempo) de alguna forma hace que el tiempo que permanecemos en la línea divisoria se haga mucho más intenso, más especial. Y cuando el tiempo se vive intensamente, las emociones también.

Por eso los besos en los aeropuertos son más intensos.

El ambiente de un aeropuerto me contagia. Me gusta.

El vuelo iberia 070 se complica, dicen por megafonía. Es el que llega de Madrid a las 19.30, y es en el que viaja mi niña.