lunes, 1 de agosto de 2005

Algunos pequeños placeres de la vida


Irene
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En cualquier día, poner el despertador 20 minutos antes sólo para disfrutar de estar arropado por la mañana en la cama mientras escuchas un poco de música.

Al ir al trabajo, aprovechar un atasco en la calle para darte cuenta de que aunque hoy llegarás tarde no será por tu culpa porque tienes un coche y no un helicóptero, mientras estiras los brazos y te acomodas en el asiento ahuecándolo un poco, para luego volverte al conductor de al lado y lanzarle una sonrisa de complicidad, la complicidad de quienes comparten una misma carga aunque no se conozcan de nada. Y así te sientes un poco menos sólo.

En otoño, quitarte los zapatos y acurrucarte en tu sillón favorito o esquina de sofá favorita, mientras hueles con los ojos cerrados el aroma de una taza de té o de café y escuchas la lluvia cayendo suavemente.

En verano, tirarte en la hierba fresca mientras miras las nubes pasar y te inventas una historia con los personajes que se forman ahí arriba en el cielo. O lo mismo pero cambiando la hierba por una toalla y escuchando las olas del mar.

A cualquier hora, la sonrisa de un niño