sábado, 11 de febrero de 2006

papel para escribirte


Estoy buscando papel para escribirte. No me sirve el papel que tengo ahora mismo, que es el que uso en la impresora, de 80g, blanco brillante, firme y tan suave que los dedos me resbalan por su superficie.

Te tengo que escribir porque no puedo verte, porque ahora mismo no estás aquí. No puedo usar mi voz, ni mi expresión, ni mi mirada, así que tengo que buscarme otros caminos para completar el significado de mis palabras.

Un truco es la caligrafía. Todos tenemos una caligrafía propia, pero la mía no es la misma cuando tomo apuntes, cuando acabo de recibir una alegría, cuando he perdido a un ser querido o cuando una persona de confianza me traiciona. Puedo expresarte mi estado de ánimo según la caligrafía que use. Simplemente tengo que intentar escribir de forma legible sin pensar en los cuadernillos Rubio.

Y el papel. En una carta hay algo más que palabras y caligrafía. El papel es quien transporta esas palabras. Y ese papel que yo acaricio mientras escribo es el mismo que tu acariciarás mientras me lees (a ver qué messenger con webcam puede sustituir esa maravillosa sensación). Por eso estoy buscando papel para escribirte: yo no quiero un papel perfecto, tan blanco que refleja fríos tonos azules, un papel sólido, impecable, elegante y serio. Yo quiero un papel más rugoso, más flexible aunque consistente, de color blanco crema y con alguna que otra imperfección. O un papel que, sin ser como acabo de describir, deje esa misma sensación.

Porque yo no quiero saludarte con "Estimada srta." seguido de tu apellido en letra negrilla, ni voy a escribirte un manual de instrucciones de un microondas, ni una columna en un periódico de economía. Yo quiero contarte lo que pasa en mi vida, mis inquietudes, mis logros, mis fracasos y mis esperanzas. Quiero escribirte cosas que te hagan feliz o que te entristezcan, que te den rabia y envidia, que te desanimen para motivarte después, que te hagan llorar de tristeza y de alegría al mismo tiempo, sin que logres saber por qué lloras. Quiero meter la pata para luego arreglarlo en la siguiente carta.

Las personas somos imperfectas, sin un color definido, asimétricas... pero somos humanas, cálidas y sensibles. También tenemos cicatrices que nos recuerdan sufrimientos pasados, y tenemos que lavarnos porque nos ensuciamos. Y a mí me gusta ser así. Es una buena señal de que estoy vivo, y que por lo tanto puedo seguir disfrutando de todo lo que la vida ofrece.

No quiero que mis palabras sean impecables y transmitan solidez y perfección. Porque yo no soy así. Soy inestable, imperfecto, humano. Y me gustaría que mis palabras también lo fuesen.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Palabras que conmuevan, es decir que nos muevan el interior, palabras que no nos dejen indiferentes...

Anónimo dijo...

He recordado la sensación de abrir un sobre y desdoblar varios folios al leerte. Abrir una carta es magia.

pequeño qvark dijo...

:)

Blanki dijo...

Me ha encantado la historia, realmente recuerdas a alguien q llevas mucho tiempo sin ver y recibes una carta, y te alegras de recibir noticias de esa persona, pues asi me he sentido al leer la historia, muy chula. :D